Partiendo de la glorieta al Norte del municipio de Dos Torres (intersección de la CV-166 y la carretera CO-7413), nos adentraremos en la ruta pasados unos 700 m por el Camino nuevo de Dos Torres al Guijo, que tomaremos, durante los dos primeros Km. del recorrido.
El entorno, situado al norte del casco urbano, tiene la impronta de toda la comarca ganadera a la que pertenece. En todo momento transitaremos cerca de diferentes explotaciones ganaderas, haciendo honor al nombre de nuestra ruta.
La dehesa representa la lucha y a la vez la armonía entre el hombre y el bosque mediterráneo. Durante miles de años la actividad humana pretendió domesticar estas tierras graníticas poco aptas para la agricultura intensiva.
La solución no pudo ser más ecológica: la roturación del matorral y el respeto a los pies arbóreos, en su mayoría encinas (Quercus rotundifolia), creando así unos pastos muy nutritivos y palatables para el ganado que son complementados con el exquisito fruto de estos árboles, la bellota. La mayoría de los ejemplares arbóreos son centenarios, circunstancia fácil de imaginar observando sus fustes retorcidos y vetustos.
La dehesa en el entorno de Dos Torres, como en la mayoría de la comarca de los Pedroches, se encuentra dedicada a la ganadería ovina, porcina y sobre todo bovina. Entre esta última destaca la raza frisona, dedicada a la producción láctea. Tal es así, que este municipio pedrocheño se ha erigido como referente de esta raza, creándose un certamen anual por parte de la Asociación Cultural Afrido (Asociación Frisona de Dos Torres) con el que se premian los mejores ejemplares.
Un hecho observable en estas dehesas es el aporte de estiércol procedente de las explotaciones al suelo. En realidad se trata de una forma de cerrar el ciclo de nutrientes y elementos y, de esta manera, regenerar el terreno edáfico que, en otros lugares, es un recurso escaso o en declive.
Las dehesas de Dos Torres constituyen un claro ejemplo de sostenibilidad y equilibrio entre hombre y naturaleza. Un disfrute para los sentidos y el conocimiento de nuestra ruta.
El Valle de los Pedroches no es un valle propiamente dicho, desde el punto de visto geomorfológico. En realidad, se trata más bien de una penillanura granítica con ligera inclinación en dirección Noroeste. Ello propicia que los cauces fluviales discurran lentamente y que muchas de sus cuencas drenen hacia la del Guadiana.
Entres estos cauces de aguas tranquilas y temporales se encuentra el arroyo Cigüeñuela, tributario del río Guadalmez. Lentamente va serpenteando por tierras de granito y albergando en su lecho arenas por erosión (saliega). El carácter intermitente de su caudal es un limitador ecológico que ha provocado que las especies tanto de flora como de fauna se adapten a estas fluctuaciones.
Entre la vegetación riparia destaca la presencia del tamujo (Flueggea tinctoria), un matorral espinoso que se ha usado para escobones y entretechos de chozos. Lo acompañan juncos, adelfas, álamos blancos y olmos dispersos. La rica biodiversidad de invertebrados acuáticos y algas, atrae la presencia de anfibios como la rana común, de aves que basan su dieta en los moradores del cauce. Entre la avifauna destacan el sapo partero, sapo de espuelas…. y éstos a su vez a un sinfín fochas comunes (Fulica atra), pollas de agua (Gallinula chloropus), ánades reales o azulones (Anas platyrhynchos), garzas reales y por supuesto el ave zancuda que da nombre a este cauce, la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), responsable del topónimo del cauce, entre otras.
El granito es el elemento constructivo fundamental en la comarca, pues una superficie importantísima de Los Pedroches está ocupada por un batolito granítico que atraviesa la misma en dirección Noroeste-Sureste. De hecho, entre los kilómetros 4 y 5 del recorrido, nos sorprenderá un «callejón» con paredes de mampuesto en piedra magistralmente colocadas, sin cemento alguno, y que desafían casi las leyes de la gravedad.
La función de estas cercas de más de cien años de antigüedad era en un principio la delimitación y afirmación de la propiedad. Desgraciadamente, el uso de las mallas ganaderas de alambre ha ido sustituyendo a esta arquitectura lineal de piedra por dos motivos, la rentabilidad económica y sobre todo la falta de mano de obra especializada en este “arte” de levantar muros de piedra sin cemento alguno, en continuo desafío a las leyes de la gravedad. Aún quedan por la zona algunos “pareeros”, nombre por el que se conocía este oficio.
Aunque parezca aleatoria la manera en la que están dispuestas las piedras de cada pared, no es así. La destreza del constructor de cercas lo lleva a elegir con una sabiduría ancestral el tipo de piedras y su posición dependiendo de la forma y el tamaño de las mismas, dando lugar a diferentes topónimos. En la base de la cerca se colocan las piedras más gruesas a modo de suncho o cimiento que puede estar algo enterrado.
Conforme se va levantando la cerca aparecen aleatoriamente algunas piedras más alargadas y colocadas de forma transversal que ayudan a “dar fuerza” y estabilidad a la pared, son las catanas y coales (de codo, o rascadero para el ganado). Los huecos que van quedando se rellenan con piedras más pequeñas llamadas ripios. Por último, cuando la cerca de piedra alcanza la altura deseada se remata con fragmentos de roca, algo mayores y de aspecto más o menos plano, conocidos como baldas
La importancia ecológica de estas paredes de piedra también radica en la creación de un hábitat para muchas especies. Al amparo de los mampuestos se anclan líquenes o plantas como el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris). También un sinfín de invertebrados busca refugio entre las piedras y, no menos, reptiles como la culebrilla ciega (Blanus cinereus) moran en las paredes pétreas. Este elemento del paisaje no es sólo un importante recurso patrimonial sino que tiene también una marcada influencia sobre la biodiversidad.
Tras este tramo, iniciamos la vuelta por el Camino del Molino a la Viña, no sin antes cruzar nuevamente el arroyo de la Cigüeñuela por un puente no especialmente artístico pero sí sumamente integrado en su entorno a través nuevamente del granito.
Granito, dehesa, ganadería y biodiversidad, un crisol de naturaleza y respetuosa presencia humana por el que adentrarse en el corazón del Valle de los Pedroches.
Galería de fotos
Encina (Quercus rotundifolia)
Dehesa
Arroyo de la Cigüeñuela (I)
Arroyo de la Cigüeñuela (II)
Arroyo de la Cigüeñuela (III)
Puente de granito en el Arroyo de la Cigüeñuela
Construcción típica de la zona
Dehesa
Cómo llegar
Partidendo desde Córdoba, seguir por la N-432 hasta a la salida 222 dirección Almadén-Alcaracejos por la N-502. Una vez sobrepasado el km 362 nos desviamos por la CO-7412 dirección Dos Torres. En el km 0 de la CO-7412, nos encontraremos una rotonda partida donde deberemos salir por la segunda salida por la derecha, en dirección al núcleo urbano por la Av. Dr. Cornejo hasta la Calle del Cerro, a unos 300 metros, que coincide con la CV-166. Tomar esta carretera hacia la izquierda, donde aproximadamente 1.5 km después, llegaremos a una rotonda donde deberemos elegir la segunda salida. Pocos metros después, encontraremos el panel de iniciode la Ruta.
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